Valdecir Pinheiro, el hombre más temido y poderoso de la Triple Frontera, acabó enterrado en una fosa común, sin lápida ni cruz, abandonado por sus seguidores. Su propia madre se negó a retirar el cadáver. ¿El crimen no paga?.
Por Andrés Colmán Gutiérrez
Un irregular rectángulo de tierra roja removida y húmeda, escondido entre dos panteones, en los fondos del cementerio municipal Don Bosco, del km 7 de Ciudad del Este, es todo lo que queda de Valdecir Pinheiro dos Santos, considerado el delincuente más temido y poderoso de la Triple Frontera. "Nadie vino en todos estos días a visitarlo, ningún pariente, ningún amigo, ninguna novia. Nadie le puso una cruz o una lápida, nadie le trajo ni una sola flor", comenta Venancio Cáceres, único sepulturero del camposanto, quien lleva 15 años ejerciendo este singular oficio.
Al propio Venancio le tocó cavar la fosa. El martes 25 de marzo de 2008, a la mañana, un funcionario de la Fiscalía llamó a la Administración del cementerio y pidió que se busque un lugar vacío en donde enterrar un cadáver. El sepulturero no sabía de quién se trataba. Eligió uno de los pocos espacios libres que quedaban "en el Bajo" y con su vieja pala excavó el pozo, de dos metros de largo por uno de ancho, con un metro de profundidad.
A las 13.30 de ese día, bajo el intenso calor de la siesta, el cadáver llegó dentro de un ataúd ordinario de madera terciada, escoltado por funcionarios fiscales, periodistas y un comando de policías armados.
"Recién cuando pude ver que el cajón llegaba en medio de policías y prensa, me enteré de que era el cuerpo de Valdecir. Me asusté un poco. Unos días antes, dos policías vinieron a amenazarme en el cementerio, porque creían que yo ya lo había enterrado a escondidas, pero yo no sabía nada", admite el sepulturero, aún temeroso.
FINAL SANGRIENTO. Luego de varios años de ser el más buscado por la Justicia, Valdecir Pinheiro dos Santos fue abatido a balazos el 23 de enero de 2008 en el populoso barrio Pablo Rojas de Ciudad del Este, junto a otros cuatro miembros de su banda, en un cinematográfico enfrentamiento con la Policía, que resultó transmitido en vivo por los medios de comunicación.
"Se acabó el reinado del enemigo público número uno", decretó ante las cámaras el ex ministro del Interior, Rogelio Benítez. Valdecir era considerado el cerebro de más de diez sonados casos de secuestros extorsivos desde el 2003 (entre ellos los del tabacalero César Cabral, el empresario libanés Mohamad Barakat y el líder de la secta Moon, Hirokazu Ota), numerosos asaltos y varios asesinatos.
Desde entonces, su cadáver permaneció durante dos meses en la morgue de la funeraria Alto Paraná, a la espera de que sea reclamado por familiares o amigos, pero casi nadie vino. Una sola mujer se presentó un día, según cuenta un empleado, alegando ser "la novia de Valdecir", y aceptó hacerse cargo de los gastos del sepelio, evaluados en 1.500.000 guaraníes. Pero cuando le insinuaron que la Fiscalía iba a hacerle algunas preguntas, se despidió presurosa, prometiendo retornar al día siguiente. Nunca más volvió.
Una fuente de la Policía del Alto Paraná revela que la Federal brasileña tomó contacto con Eva Pinheiro dos Santos Silva, madre de Valdecir, pero la respuesta de ella fue tajante: "No tengo dinero, véanse ustedes con el cadáver para el entierro".
ABANDONO. Dos meses después, al percibir que nadie iba a hacerse cargo de los restos del rey del crimen fronterizo, el juez Adolfo Genes ordenó que sea enterrado en una fosa común para indigentes, en el cementerio local.
El "operativo sepelio" se cumplió con cuidadoso sigilo y despliegue de seguridad, ante el temor de que los "soldados" de Valdecir aparezcan a los disparos e intenten rescatar el cuerpo, pero nadie apareció.
Allí está ahora, Valdecir Pinheiro. Luego de haber manejado millones de dólares acumulados a base de pólvora y sangre. Luego de disponer de la vida y de la muerte de numerosos seres humanos. Luego de sentirse temido o idolatrado por sus presuntos fieles "soldados", que juraron dar la vida por él, y que lo abandonaron apenas se apagó su estrella criminal.
Allí está ahora el enemigo público número uno, el rey del crimen fronterizo. Como reza el pasquín que abre la novela "Yo el Supremo" de Augusto Roa Bastos: "Enterrado en potreros de extramuros, sin cruz ni marca que memore su nombre". ¿Será verdad que "el crimen no paga"?
UNA LARGA CARRERA CRIMINAL.
Nacido en Capeliña, pequeña ciudad del interior del estado brasileño de Minas Gerais, Valdecir José Pinheiro dos Santos "salió del anonimato para transformarse en uno de los bandidos más peligrosos de Sudamérica, refugiado en la Triple Frontera", revela un perfil publicado por el diario digital SopaBrasiguaia.com, de Foz do Iguazú.
En Brasil, donde inició su carrera delictiva, era buscado por la formación de bandas criminales y portación ilegal de armas, con dos órdenes de captura de la Justicia Federal, emitidas en setiembre y diciembre de 2002.
En el Paraguay, donde se refugió desde el 2003, comandó una banda especializada inicialmente en cometer asaltos juntos en la ruta 7."Bautizados como piratas del asfalto, los marginales fueron evolucionando en sus actividades corsarias hasta dar inicio a una serie de grandes robos y secuestros, cometidos en los departamentos de Alto Paraná y Caaguazú", revela el perfil.
"Considerado intocable en el submundo del crimen organizado, gracias a las generosas propinas pagadas por los miembros de su banda a las autoridades policiales, Valdecir poseía un ejército en pronta espera, dentro y fuera de la Penitenciaría Regional de Ciudad del Este", agrega.
Según SopaBrasiguaia.com, una prueba de esto fue "la rebelión, seguida de un intento de fuga, comandada por reclusos brasileños y paraguayos ligados a la banda, y posiblemente al Primer Comando Capital (PCC), ocurrido después del anuncio de su muerte".
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