martes, 23 de junio de 2009

En el Paraguay, los Mbya agonizan entre el olvido y la prostitución


Las familias Mbya Guaraní, enel asentamiento Kuarahy Rese, al costado de la Terminal de Ciudad del Este, sobreviven entre la basura y ya no quieren volver al campo.


A 30 kilómetros de distancia, pero a siglos de diferencia, los Mbya Guaraní de Ciudad del Este (Paraguay) y Puerto Yguazú (Argentina) muestran dos realidades contrapuestas. Lo que no se hace, y lo que se puede hacer.


Por Sofía Masi
y Andrés Colmán Gutiérrez

CIUDAD DEL ESTE

Si usted llega en ómnibus a Ciudad del Este y se baja en la Estación Terminal, lo primero que va a encontrar a la salida es a un grupo de niños indígenas Mbya Guaraní, harapientos y descalzos, que le pedirán dinero y comida.
Muchos de ellos tienen los ojos vidriosos y perdidos por haber estado inhalando la barata y nociva droga del pegamento, conocido popularmente como “cola de zapatero”, y es posible que se pongan agresivos y violentos si usted se niega a ayudarles.
Cuando salga a la calle, mire hacia la izquierda: verá un amplio terreno baldío, en donde están instaladas precarias chozas de hule y cartón, rodeadas de malezas y basura. Allí, desde hace dos años, habitan cerca de 30 familias Mbya Guaraní, que llegaron huyendo de la pobreza desde Caaguazú, Guairá y el interior del Alto Paraná. A pesar del triste paisaje, la comunidad tiene un poético nombre guaraní: Kuarahy resé.
No se sorprenda si, al abordar un taxi y pasar por frente del asentamiento, el chofer, con un guiño pícaro, le ofrece los servicios sexuales de alguna “tierna niña indígena”.
La prostitución es otra de las formas encubiertas de sobrevivencia que han encontrado los nativos, además de la mendicidad, la caridad asistencialista, la recolección y el reciclado de basura, y hasta algunas toleradas formas de robo menor.

TOLDERÍAS URBANAS. Ante la miseria y el abandono que sufren en el campo, muchos nativos Mbya Guarani han abandonado sus seculares tierras para formar “tolderías urbanas” en la capital del Alto Paraná. Los asentamientos más conflictivos son los que están cerca de la terminal y al costado del Centro Regional de Educación.
“Vivimos recogiendo latitas, botellas, basura. Todo lo que juntamos, vendemos por kilo, y de eso compramos para nuestra comida. A veces no nos alcanza y estamos sin qué comer. Muchos vienen un tiempo, consiguen ropas, alimentos y después vuelven a nuestra comunidad”, relata Valeriano Villalba, de 25 años, quien llegó hace unos meses a instalarse con su familia en el baldio de la Terminal.
Varios provienen del histórico “Tecoha” Mbya de Campo 9, Caaguazú, la región donde el gran antropólogo León Cadogan conoció a los grandes “jakaira” y recogió algunos de los mitos ancestrales que volcó en la clásica obra “Ayvu Rapytá”, pero estos Mbya ya casi nada recuerdan de aquellos cantos de sabiduría primigenia. La memoria se su cultura se les ha borrado, y en su lugar suenan estridentes la cachaca y el reguetón.
Entre 70 y 80 niños, descalzos, desnudos, o con pocas prendas, corretean entres las chozas. Casi todos se mantienen analfabetos y no reciben atención médica. “Yo nunca me fui a la escuela”, confiesa Samuel Benítez, un joven indígena Mbya de 17 años.

PÉRDIDA DE IDENTIDAD. A veces, en el corazón de la noche, sentados alrededor del tataipy (fogata), los más adultos tratan de rescatar sus ritos y sus danzas al son del mbaraká (guitarra) y el takuapú (sonido de takuaras golpeando la tierra), pero encuentran poco entusiasmo en los más jóvenes, admite Valeriano Villalba.
“Tenemos que abandonar nuestras tierras para conseguir qué comer. Cuando llegamos a la ciudad todo es diferente. No podemos hacer lo mismo que en nuestras antiguas comunidades. Todos salen de día a rebuscarse por las calles y vuelven de noche. Algunos se van y no volvemos a saber de ellos. Las familias se dividen, hay niños que no están más con sus padres”, revela Valeriano, en un dificultoso castellano.

ASISTENCIALISMO. Los dos grupos de indígenas Mbya instalados en el área urbana de Ciudad del Este están bien diferenciados.
Los de la comunidad Kuarahy Rese, con cerca de 30 familias instaladas al costado de la Terminal, tratan de combatir el consumo de drogas entre los niños y los jóvenes y ya no quieren regresar a sus comunidades de origen. Piden tierra propia, pero dentro o cerca de la ciudad.
Las más de 10 familias ubicadas frente al Centro Regional de Educación ya se han vuelto dependientes del consumo de la cola de zapatero y el crack. Más de una vez fueron regresadas a sus comunidades de origen por la secretaría de Asuntos Indígenas de la Gobernación de Alto Paraná, pero a los pocos días retornaron a la capital departamental.
Hasta ahora, ni el Instituto Nacional del Indígena (INDI), ni la Secretaría de Asuntos Indígenas de la Gobernación, pudo implementar un proyecto de desarrollo sostenible en las comunidades indígenas, para evitar que migren a la ciudad.
Desde el mes de junio, la Secretaría Nacional de la Niñez y la Adolescencia, provee mensualmente una dotación de alimentos. El secretario regional, sacerdote Nilo Marmol, explicó que sólo es una medida de urgencia mientras definen un plan de desarrollo sostenible para los nativos. Por ahora es sólo una medida asistencialista.

En la Argentina, un “tekoha de dignidad" protege a los indígenas


El coro Yryapy Poty Miri, de la comunidad Mbya Guaraní de Yryapu, recibe con canciones indígenas a los turistas que visitan las Cataratas del Yguazú, en el lado argentino.


En sus 265 hectáreas de selva virgen remanente, los 400 Mbya de Iryapu enseñan a sus niños a hablar, a cantar y a soñar en el guaraní antiguo de sus mayores, mientras viven con dignidad de la industria turística.

Por Andrés Colmán Gutiérrez
y Sofía Masi

PUERTO YGUAZU, ARGENTINA

Un melodioso canto en guaraní ancestral recibe a los visitantes que ingresan al Parque Nacional de las Cataratas del Yguazú, en el lado argentino. Vestidos con remeras de color azul, con pinturas en el rostro y adornos de plumas y semillas, cinco niñas y cinco niños Mbya acompañan al cacique Agapito Franco en la entonación de una antigua canción que habla de la creación del mundo guaraní, cuando el Padre Primero Ñamandú hizo nacer el primer resplandor de la vida.
Son los integrantes del Coro Yryapu Poty Mirî, formado por alumnos de la Escuela Intercultural de Turismo Mbya Guaraní “Yachuka Yvapoty”, más conocida como “la Escuelita de la Selva”, que funciona en el corazón de la Selva Yryapu, a solo 8 kilómetros de las Cataratas.
Los miembros del coro no mendigan dinero, solo cantan, son sus dulces voces acariciando el aire, al son de una guitarra y las takuaras que golpean el suelo. Los turistas, admirados por esa muestra de cultura primigenia, van depositando su voluntaria contribución en una cesta ubicada en el piso.
“Nosotros no pedimos dinero, solo venimos a regalar el arte musical que hemos aprendido de los abuelos. Pero el dinero que nos dan en colaboración servirá para ayudar a la comunidad de Yryapu en sus planes de educación y desarrollo” explica el cacique Agapito.

ISLA DE LA UTOPÍA. A la salida de la ciudad de Puerto Yguazú, provincia de Misiones, Argentina, a orillas del río Yguazú, aguas debajo de las Cataratas, se encuentra la entrada a la comunidad Mbya Guaraní de Yryapu, voz nativa que se traduce como “ruido del agua”.
Allí, en unas 265 hectáreas de tierra, en su mayor parte compuesta aún por selva virgen, habitan unos 400 Mbya Guaraní “argentinos”, implementando un modelo de desarrollo sostenible basado en los valores de su cultura indígena ancestral.
Con el acompañamiento de miembros del Proyecto Mate, un emprendimiento apoyado por el Instituto Técnico (ITEC) de Iguazú y financiado por el Niagara College de Canadá, los nativos aprenden cada día cómo desenvolverse en un contexto en el que las leyes son diseñadas por hombres y mujeres que no tienen su misma visión de organización social, política y económica.
La esencia guaraní sigue intacta, pero los Mbya entendieron que en estos tiempos deben adaptarse sin cambiar su cultura, según lo explica Francisco Franco, (su nombre guaraní es Kuarahy), maestro de la Escuela Intercultural Jachuka Yvapoty, que lleva el nombre guaraní de la abuela mayor de la comunidad, Clemencia González. Ella, a sus 78 años de vida, guarda en su memoria la sabiduría guaraní, que se encarga de transmitirla a su pueblo.
“Lo más importante es mantener a la comunidad unida. Lograr que nuestros jóvenes aprendan y mantegan su cultura, el respeto a las autoridades y luchar hasta conseguir lo que buscamos. Aquí hemos luchado mucho para conseguir nuestra tierra y poco a poco estamos creciendo”, dice Francisco.

ADAPTACIÓN. A tan solo unos 30 kilómetros de distancia de sus hermanos indígenas Mbya de Ciudad del Este, Paraguay, que viven sumidos en el abandono, la miseria, la droga y el abandono, los de Yryapy dicen ser conscientes que la realidad del antiguo Mundo Guaraní cambió y nos les queda otra que adaptarse para avanzar.
“Nos quitaron nuestra tierra, ya no podemos vivir como antes. No tenemos ríos donde pescar ni bosques donde cazar. Hoy nos toca organizarnos para vivir del turismo y la agricultura. Tenemos que adaptarnos sin cambiar nuestra cultura”, manifestó Francisco, líder guaraní.
En la pizarra de la Escuelita de la Selva, la lección del día enseña como armar un “mondepi guachú”, una trampa de troncos en medio de la selva, para defenderse del ataque de un tigre.
“El monte que conservamos aquí ya es muy pequeño para nuestras necesidades, pero queremos que nuestros niños aprendan como es nuestra vida allí. El monte para los Mbya es sagrado. Allí teníamos lo que necesitamos, alimentos, refugio, salvación”, explica el maestro Francisco.
Hoy, la comunidad Yryapú está dentro del circuito turístico de las Cataratas. La comunidad comparte su territorio junto a cadenas de grandes hoteles como el Hilton, el Sheraton o el nuevo complejo Loi Suites, instalado dentro de la misma selva Yryapu, que tiene un total de 600 hectáreas.
Para los indígenas, trabajar del turismo no es tarea fácil. El concepto de producción, la remuneración, la regla costo- beneficio son todavía desconocidos en varios aspectos, por lo que permanentemente son asesorados por miembros del Proyecto Mate.
Los nativos confeccionan sus artesanías, las exponen a la entrada de la comunidad y las ofrecen a los turistas. El lugar cuenta con senderos en medio del monte, donde los visitantes pueden conocer las viviendas tradicionales de adobe y takuara, las trampas para la caza, o asistir a alguno de sus rituales, entre otros atractivos del mundo guaraní.

APRENDIZAJE. La esencia cultural de Yryapu se forja en la Escuela Intercultural, un monumento al trabajo en equipo y un espacio de aprendizaje permanente. Funciona desde el año 2007. Fue construida en 6 meses por los nativos, quienes en ese tiempo aprendieron a usar los elementos de albañilería, guiados por un obrero paraguayo.
Claudio Salvador, periodista y educador, integrante del Proyecto Mate, explica cómo niños, jóvenes y adultos aprenden en la escuela a conservar sus tradiciones y preservar su identidad nativa.
“Utilizan materiales audiovisuales como instrumento pedagógico. En estos videos hablan los chamanes (líderes espirituales), quienes cuentan sus historias, cómo desenvolverse, la forma en que se organizan, las leyes, las creencias, todo. El material es totalmente en guaraní y llevó casi un año producirlos y editarlos”, relata Salvador.
Los videos son temáticos y abordan el Sistema Económico Tradicional de los Mbya, la Identidad, Ley y Castigo, Matrimonio y Familia. La escuela cuenta con dos profesores indígenas y dos argentinos. De lunes a miércoles, los docentes argentinos dictan clases del Sistema Educativo tradicional de la Argentina y los jueves y viernes, los educadores indígenas comparten historias, creencias y tradiciones con los alumnos.

AYUDA. “¡Ah, ustedes son paraguayos! Entonces podemos hablar en guaraní”, dice Miguel, de 40 años, conocido por su nombre guaraní Kuaraky Miri, otro de los activos dirigentes de la comunidad Yryapú.
En el asentamiento, se escuchan sonar las polcas cantadas por Oscar Pérez y su Formula Nueva, o por el conjunto electrónico de Ovidio Román. “Si, muchos preferimos escuchar las polcas paraguayas, porque son músicas en guaraní y mantienen vivo a nuestro idioma, pero el guaraní Mbyá es más cerrado que el paraguayo, cuando hablamos en nuestra verdadera lengua, ustedes no nos entienden, pero al menos entienden más que los argentinos”, sostiene.
Él ha visitado varias veces a las comunidades Mbya en territorio paraguayo y se muestra dolido por la situación de pobreza y abandono en que estos sobreviven.
“El pueblo indígena no tiene fronteras. Todo lo que tenemos lo hemos conseguido con nuestra lucha. Visité hace un tiempo a mis hermanos en Mbaracayú (distrito de Alto Paraná) y ellos ahora están peleando por tierra”, cuenta.
“Es muy triste lo que pasa con los hermanos que están en Ciudad del Este y en otras zonas urbanas del Paraguay, quisiéramos ayudarles transmitiendo nuestra experiencia de lucha y de crecimiento”, dice Miguel, quien ofrece su ayuda para dialogar y acompañar a sus hermanos que habitan en el territorio paraguayo.

martes, 16 de junio de 2009

Periodistas se encuentran para hablar de la realidad fronteriza


Jackson Lima (Foz do Iguaçu, Brasil), Claudio Salvador (Puerto Iguazú, Argentina) y Andrés Colmán Gutiérrez (Ciudad del Este, Paraguay), en un encuentro trifronterizo con Judit Vitores, de Canal 7 de Buenos Aires.


Convocados por la periodista argentina Judit Vitores, comunicadores sociales de Brasil, Argentina y Paraguay, se encontraron en Foz de Yguazú, para contar su realidad social, cultural y económica, en el contexto de las Tres Fronteras, desde una perspectiva periodística.


Por Sofía Masi
FOZ DE YGUAZÚ, BRASIL

Un reportaje multicultural sobre una realidad regional muy particular que se vive en la Triple Frontera, fue la excusa perfecta para congregar a destacados periodistas de Brasil, Argentina y Paraguay.
Judit Vitores, periodista de Misiones en el programa Estudio País 24, transmitido a través del canal 7 de Buenos Aires, convocó a los comunicadores con el objetivo de recoger historias y visiones sobre las realidades particulares de cada uno de los tres países que componen la Triple Frontera.
"Nuestra idea es tratar con ellos los temas sensibles que afectan a la gente en esta región. Identificar los puntos de encuentro y desencuentro en la frontera. Por un lado divide la lucha por el poder económico y político. Por otro lado, hay un inevitable encuentro cultural que genera una nueva identidad", manifestó Judit a modo de explicar la intención de hacer un reportaje sobre las tres fronteras.
Los convocados fueron Jackson Lima, periodista de Foz de Yguazú (Brasil), quien actualmente se dedica al periodismo digital con más de 90 blogs (espacios de información digital) en Internet, de los cuales la mayoría aborda temas fronterizos; Claudio Salvador de Puerto Iguazú (Argentina) quien desde Radio Cataratas conduce el programa "Más sábado que nunca", un magazín semanal que aborda diferentes temáticas, privilegiando el compromiso ambiental con el río Iguazú y su cuidado como bien natural de la humanidad y por Paraguay, contribuyó Andrés Colmán Gutiérrez, actual coordinador periodístico de la Redacción Regional del diario Última Hora en Ciudad del Este.

EL ENCUENTRO. La renegociación de los tratados binacionales de Itaipú y Yacyreta, recursos naturales, contrabando, mafia fronteriza, relaciones políticas y convenios internacionales se trataron en un debate detrás de cámaras con posturas muy encontradas, durante un almuerzo en el restaurante Rafaín, ubicado en Foz de Yguazú (Brasil) camino a las Cataratas.
Uno de los propietarios del restaurante, el arquitecto Nilso Rafagnin, acompañado de su esposa Mariam Damen Rafagnin, fueron los anfitriones del encuentro y acompañaron todo el proceso de filmación de las entrevistas individuales, que se realizaron en la plaza frente al Colegio Estadual Bartolomeu Mitre y en un edificio céntrico de Foz.

EL DESAFÍO EN LA FRONTERA. "Los desencuentros en la frontera son históricos y existen numerosos desafíos que deben asumir los Gobiernos de los tres países y la propia gente. El principal objetivo debería ser crecer en conjunto buscando el equilibrio entre los países con mayor ventaja como Brasil y Argentina con el país pequeño, en este caso Paraguay", concluyó Judit Vitores, luego de conversar con cada uno de los periodistas sobre las coyunturas que viven sus países en el marco de las tres fronteras.
Claudio Salvador de Puerto Iguazú destacó la importancia del encuentro, propuso darle continuidad y ampliarlo a más comunicadores sociales de la región."Se imaginan ustedes cuánto de bueno podríamos aportar como periodistas al desarrollo de esta postergada región del Yguazú. Si los encuentros se mantuvieran en el tiempo articulando esfuerzos, enriqueciendo posturas, alimentando esperanzas y condenando a quienes destruyen la región y se interponen al desarrollo sano, justo e igualitario de nuestras comunidades. ¡Sería fantástico!", dijo Salvador, lanzando al aire una propuesta que podría generar una plataforma periodística de debates y construcción en la Triple Frontera.

jueves, 4 de junio de 2009

CDE Confidencial (5): La marihuana cruza en lanchas desde los refugios de Itaipú


Un cargamento de contrabando listo para ser cruzado al Brasil, en el muelle clandestino conocido como "Codorso", a orillas del embalse, área de reserva controlada por Itaipú.


La Policía Federal brasileña sorprendió a tres hombres que desembarcaban 2 toneladas de marihuana en Itaipulandia, al otro lado del refugio Tati Yupí. Hubo disparos y un menos herido.


Por Andrés Colmán Gutiérrez,
Wilson Ferreira
y Francisco Espínola

CIUDAD DEL ESTE

La lancha deslizadora, dotada con un poderoso motor fuera de borda, partió el martes 1 de julio, cerca de las 16.00, desde un puerto clandestino en el lado paraguayo, no muy lejos de donde se encuentra el Refugio Biológico Tatí Yupí, uno de los destinos turísticos más promocionados por la Itaipú Binacional en sus áreas protegidas o de reserva.
Con unos potentes anteojos larga vista, investigadores de la Policía Federal siguieron desde la costa brasileña el curso de la embarcación, que iba dejando una potente estela a su paso, mientras navegaba a gran velocidad entre los muñones de árboles que aún asoman en la superficie del gran lago de Itaipú, y lo vieron atracar en otro precario muelle pirata, ya en territorio del vecino país, en un sector desolado, en el lugar conocido como Línea Caramuru, en el distrito de Itaipulandia.
“Hace días que veníamos manteniendo este punto de cruce bajo observación, porque teníamos informaciones de que por allí iban a pasar un gran cargamento de maconha (marihuana) desde el Paraguay”, relató a Última Hora uno de los investigadores brasileños.
Rápidamente, los agentes de la Federal se dirigieron hasta el sitio, a través de un camino de difícil acceso. Cuando llegaron, al cabo de varios minutos, la embarcación ya había partido de nuevo, pero en el lugar se encontraban tres hombres transportando la carga, quienes al percatarse que se aproximaban los policías, empezaron a disparar con una pistola y dos escopetas.

ADOLESCENTE HERIDO. “Mantuvimos un fuerte intercambio de disparos, en donde por suerte no hubo heridos entre nuestras fuerzas, pero uno de los narcotraficantes cayó al suelo, alcanzado por el refilón de una bala en la pierna, y los otros dos aprovecharon para huir. Cuando nos acercamos, encontramos que el herido era un menor de edad, aún adolescente”, relató el agente policial brasileño.
En el suelo, a orillas del Lago, el cargamento quedó abandonado: 10 toneladas de marihuana paraguaya, que fue trasladada hasta la Delegación de la Policía Federal, en Foz de Yguazú. El adolescente herido fue derivado bajo estricta custodia al hospital de Itaipulandia.

TRÁFICO CONSTANTE. Este es el tercer cargamento de marihuana procedente del Paraguay que la policía Federal brasileña decomisa, en apenas un mes de vigilancia.
El pasado 30 de mayo unos 3.100 kilos de la droga, descubierta a bordo de un camión cargado con harina de maíz, cuando ya transitaba por la ruta BR-277, a la salida de Matelandia, con destino a Sao Paulo.
Dos semanas antes, el 12 de mayo, esta vez a bordo de un camión cargado con bolsas de fariña de mandioca, detenido en la localidad de Santa Teresita de Itaipú, se encontraron 4.140 kilos de marihuana.
En todos estos casos, la droga había sido cruzada en lanchas, a través del embalse de la represa de Itaipú, y previamente habían sido embarcadas en los puertos clandestinos ubicados en las áreas protegidas o de reserva de la entidad binacional, en el lado paraguayo.

NO INTERVENIR. “Aquí todos sabemos que la costa del Lago de Itaipú está minada de puertos clandestinos, pero tenemos órdenes estrictas de no acercarnos, de no meternos, de no intervenir, si no es que no queremos tener problemas en nuestro trabajo”, cuenta Luis (nombre cambiado), uno de los guardabosques que cuidan el área del Refugio Biológico Tati Yupí, ubicado a solo 3 kilómetros al norte de Hernandarias, y que abarca una superficie de 2.245 hectáreas.
Sin embargo, la zona más utilizada por los narcotraficantes y contrabandistas es el Refugio Biológico Pikyry, en el distrito de Santa Fe del Paraná, a unos 20 kilómetros aguas arriba de la represa, en donde la Fiscalía de Hernandarias y la Secretaría Nacional Antidrogas realizaron varios procedimientos, y lograron sorprender a varias personas cuando estaban cargando cajas de cigarrillo falsificado, productos químicos ilegales, fotocopiadoras de última generación, perfumes y otras mercaderías, por valor varia veces millonarios, para pasarlas ilegalmente al Brasil, en tres ocasiones, entre enero y abril.

Red de “campanas”. Es muy difícil sorprender a los narcotraficantes y contrabandistas cuando están operando en un puerto clandestino, en las zonas protegidas de la Itaipú Binacional, porque existe una compleja red de “campanas” o informantes que les avisan cuando se pone en marcha un operativo fiscal-policial, revela Marcos, un agente antidrogas que trabaja desde hace tiempo en el Alto Paraná.
“Cuando un fiscal va a hacer un procedimiento, casi siempre tiene que llevar dos o tres camionetas con policías bien armados, pero apenas esa comitiva pasa por la primera garita policial que está en la supercarretera, a la salida de Hernandarias, esos mismo agentes ya les llaman por celular a sus socios narcotraficantes, para que abandonen toda actividad y no sean sorprendidos en los puertos”, explica el agente.
Las ocasiones en que se los puso sorprender, hubo que hacer un estratégico trabajo de internarse en el monte por caminos alternativos, en grupos separados, y vigilar pacientemente hasta verlos operar sin temor a ser descubiertos, “pero ese es un sistema muy peligrosos, porque tenemos que actuar muy pocas personas, con pocos equipos, para no ser detectados, y entonces estamos en desventajas de números y armamentos, porque estos tipos andan todos con ametralladoras uzi”, confiesa Marcos.
El agente revela que los directivos de la Itaipú Binacional conocen la existencia de todos los atracadero ilegales, pero no intervienen porque “los que operan en cada lugar cuentan con un padrino poderoso, ya sea un senador, diputado, ministro, general, comisario, juez, fiscal, incluso las más altas figuras del Gobierno, que reciben su parte semanalmente por permitir que se pueda trabajar sin que nadie les moleste”.