lunes, 18 de mayo de 2009

CDE CONFIDENCIAL (2): Drogas, armas y cigarrillos pasan el Paraná en 10 minutos


Lancheros proceden a cargar mercaderías en una lancha, en pleno día, en un puerto clandestinos del barrio San Miguel ("Kuwait"), para cruzar al Brasil.

Por Andrés Colmán Gutiérrez,
Wilson Ferreira
y Francisco Espínola


La lancha se mueve lentamente contra la fuerte correntada, tratando de no hacer mucho ruido y de llamar lo menos posible la atención, pero resulta inevitable. A pesar de la fuerte llovizna, el rugido del motor retumba a la distancia y provoca nerviosas corridas alrededor de los depósitos clandestinos, en la costa del barrio San Rafael, conocido como Kure kua.
Escondido bajo una carpa, con el lente de la cámara apenas asomando, el fotógrafo registra las escenas, mientras sus demás compañeros fingen ser pescadores en alegre excursión.
En frente de uno de los presuntos depósitos de mercaderías de contrabando, empiezan a juntarse varias personas que señalan hacia la embarcación. El lanchero se pone nervioso y sugiere emprender una prudente retirada, pero los periodistas imploran que siga navegando un poco más.
A medida en que la pequeña nave avanza, van apareciendo más edificios de madera o cemento, semiocultos entre la vegetación, todos con sus rampas de madera apuntando al río. Algunos de los puertos piratas tienen hasta muelles de piedra.
“En los puertos de Kure Kua se trabaja principalmente con lanchas deslizadoras, con poderosos motores fuera de borda, que navegan a alta velocidad, y las cargas son principalmente cigarrillos, armas y drogas, porque tienen poco volumen y dejan mucho dinero. Aquí el cruce es más rápido y peligroso, porque si te agarra la Federal brasileña, te ligás varios años de cárcel”, explica Pablo, un profundo conocedor del negocio, ya que trabajó como estibador en uno de los puertos.
Pablo, por supuesto, no se llama Pablo, pero acepta que le demos ese nombre en la entrevista. Cuenta que en el Lago de Itaipú, aguas arriba de la represa, el cruce de la frontera se hace en barcazas más grandes y más lentas, pero el viaje es más seguro, y las cargas consisten principalmente en enormes cargas con productos electrónicos e informática, aunque tampoco se descartan las drogas y las armas.
Abajo, el cruce del río se hace en menos de diez minutos hasta otro puerto clandestino en la favela Jardín Jupira, de Foz de Yguazú.
El esquema funciona así, explica Pablo: el cliente brasileño hace sus compras en Ciudad del Este y se le ofrece entregarle el producto directamente en Sao Paulo u otra localidad del vecino país, a precio “libre de impuestos”.
Cada distancia cuesta una comisión extra, pero siempre más barato que exportando legalmente, y ni hablar de mercaderías prohibidas como drogas o arnas de guerra.
En el esquema, todos reciben su parte: los aduaneros y otros funcionarios fiscales que ignoran la existencia de los puertos clandestinos (aunque están a solo mil metros atrás de la Aduana de CDE), los policías y marinos que declaran una especie de “zona liberada” y hasta brindan custodia, los políticos que apadrinan y dan protección, y también los pobladores del barrio que cuidan que nadie ingrese y tienen una segura fuente de empleo como lancheros, cargadores, vigilantes, “campanas”, revendedores, etc.

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