Una muestra de periodismo narrativo y de investigación en la Triple Frontera: Ciudad del Este (Paraguay), Foz do Iguaçu (Brasil) y Puerto Iguazu (Argentina).
martes, 23 de junio de 2009
En la Argentina, un “tekoha de dignidad" protege a los indígenas
El coro Yryapy Poty Miri, de la comunidad Mbya Guaraní de Yryapu, recibe con canciones indígenas a los turistas que visitan las Cataratas del Yguazú, en el lado argentino.
En sus 265 hectáreas de selva virgen remanente, los 400 Mbya de Iryapu enseñan a sus niños a hablar, a cantar y a soñar en el guaraní antiguo de sus mayores, mientras viven con dignidad de la industria turística.
Por Andrés Colmán Gutiérrez
y Sofía Masi
PUERTO YGUAZU, ARGENTINA
Un melodioso canto en guaraní ancestral recibe a los visitantes que ingresan al Parque Nacional de las Cataratas del Yguazú, en el lado argentino. Vestidos con remeras de color azul, con pinturas en el rostro y adornos de plumas y semillas, cinco niñas y cinco niños Mbya acompañan al cacique Agapito Franco en la entonación de una antigua canción que habla de la creación del mundo guaraní, cuando el Padre Primero Ñamandú hizo nacer el primer resplandor de la vida.
Son los integrantes del Coro Yryapu Poty Mirî, formado por alumnos de la Escuela Intercultural de Turismo Mbya Guaraní “Yachuka Yvapoty”, más conocida como “la Escuelita de la Selva”, que funciona en el corazón de la Selva Yryapu, a solo 8 kilómetros de las Cataratas.
Los miembros del coro no mendigan dinero, solo cantan, son sus dulces voces acariciando el aire, al son de una guitarra y las takuaras que golpean el suelo. Los turistas, admirados por esa muestra de cultura primigenia, van depositando su voluntaria contribución en una cesta ubicada en el piso.
“Nosotros no pedimos dinero, solo venimos a regalar el arte musical que hemos aprendido de los abuelos. Pero el dinero que nos dan en colaboración servirá para ayudar a la comunidad de Yryapu en sus planes de educación y desarrollo” explica el cacique Agapito.
ISLA DE LA UTOPÍA. A la salida de la ciudad de Puerto Yguazú, provincia de Misiones, Argentina, a orillas del río Yguazú, aguas debajo de las Cataratas, se encuentra la entrada a la comunidad Mbya Guaraní de Yryapu, voz nativa que se traduce como “ruido del agua”.
Allí, en unas 265 hectáreas de tierra, en su mayor parte compuesta aún por selva virgen, habitan unos 400 Mbya Guaraní “argentinos”, implementando un modelo de desarrollo sostenible basado en los valores de su cultura indígena ancestral.
Con el acompañamiento de miembros del Proyecto Mate, un emprendimiento apoyado por el Instituto Técnico (ITEC) de Iguazú y financiado por el Niagara College de Canadá, los nativos aprenden cada día cómo desenvolverse en un contexto en el que las leyes son diseñadas por hombres y mujeres que no tienen su misma visión de organización social, política y económica.
La esencia guaraní sigue intacta, pero los Mbya entendieron que en estos tiempos deben adaptarse sin cambiar su cultura, según lo explica Francisco Franco, (su nombre guaraní es Kuarahy), maestro de la Escuela Intercultural Jachuka Yvapoty, que lleva el nombre guaraní de la abuela mayor de la comunidad, Clemencia González. Ella, a sus 78 años de vida, guarda en su memoria la sabiduría guaraní, que se encarga de transmitirla a su pueblo.
“Lo más importante es mantener a la comunidad unida. Lograr que nuestros jóvenes aprendan y mantegan su cultura, el respeto a las autoridades y luchar hasta conseguir lo que buscamos. Aquí hemos luchado mucho para conseguir nuestra tierra y poco a poco estamos creciendo”, dice Francisco.
ADAPTACIÓN. A tan solo unos 30 kilómetros de distancia de sus hermanos indígenas Mbya de Ciudad del Este, Paraguay, que viven sumidos en el abandono, la miseria, la droga y el abandono, los de Yryapy dicen ser conscientes que la realidad del antiguo Mundo Guaraní cambió y nos les queda otra que adaptarse para avanzar.
“Nos quitaron nuestra tierra, ya no podemos vivir como antes. No tenemos ríos donde pescar ni bosques donde cazar. Hoy nos toca organizarnos para vivir del turismo y la agricultura. Tenemos que adaptarnos sin cambiar nuestra cultura”, manifestó Francisco, líder guaraní.
En la pizarra de la Escuelita de la Selva, la lección del día enseña como armar un “mondepi guachú”, una trampa de troncos en medio de la selva, para defenderse del ataque de un tigre.
“El monte que conservamos aquí ya es muy pequeño para nuestras necesidades, pero queremos que nuestros niños aprendan como es nuestra vida allí. El monte para los Mbya es sagrado. Allí teníamos lo que necesitamos, alimentos, refugio, salvación”, explica el maestro Francisco.
Hoy, la comunidad Yryapú está dentro del circuito turístico de las Cataratas. La comunidad comparte su territorio junto a cadenas de grandes hoteles como el Hilton, el Sheraton o el nuevo complejo Loi Suites, instalado dentro de la misma selva Yryapu, que tiene un total de 600 hectáreas.
Para los indígenas, trabajar del turismo no es tarea fácil. El concepto de producción, la remuneración, la regla costo- beneficio son todavía desconocidos en varios aspectos, por lo que permanentemente son asesorados por miembros del Proyecto Mate.
Los nativos confeccionan sus artesanías, las exponen a la entrada de la comunidad y las ofrecen a los turistas. El lugar cuenta con senderos en medio del monte, donde los visitantes pueden conocer las viviendas tradicionales de adobe y takuara, las trampas para la caza, o asistir a alguno de sus rituales, entre otros atractivos del mundo guaraní.
APRENDIZAJE. La esencia cultural de Yryapu se forja en la Escuela Intercultural, un monumento al trabajo en equipo y un espacio de aprendizaje permanente. Funciona desde el año 2007. Fue construida en 6 meses por los nativos, quienes en ese tiempo aprendieron a usar los elementos de albañilería, guiados por un obrero paraguayo.
Claudio Salvador, periodista y educador, integrante del Proyecto Mate, explica cómo niños, jóvenes y adultos aprenden en la escuela a conservar sus tradiciones y preservar su identidad nativa.
“Utilizan materiales audiovisuales como instrumento pedagógico. En estos videos hablan los chamanes (líderes espirituales), quienes cuentan sus historias, cómo desenvolverse, la forma en que se organizan, las leyes, las creencias, todo. El material es totalmente en guaraní y llevó casi un año producirlos y editarlos”, relata Salvador.
Los videos son temáticos y abordan el Sistema Económico Tradicional de los Mbya, la Identidad, Ley y Castigo, Matrimonio y Familia. La escuela cuenta con dos profesores indígenas y dos argentinos. De lunes a miércoles, los docentes argentinos dictan clases del Sistema Educativo tradicional de la Argentina y los jueves y viernes, los educadores indígenas comparten historias, creencias y tradiciones con los alumnos.
AYUDA. “¡Ah, ustedes son paraguayos! Entonces podemos hablar en guaraní”, dice Miguel, de 40 años, conocido por su nombre guaraní Kuaraky Miri, otro de los activos dirigentes de la comunidad Yryapú.
En el asentamiento, se escuchan sonar las polcas cantadas por Oscar Pérez y su Formula Nueva, o por el conjunto electrónico de Ovidio Román. “Si, muchos preferimos escuchar las polcas paraguayas, porque son músicas en guaraní y mantienen vivo a nuestro idioma, pero el guaraní Mbyá es más cerrado que el paraguayo, cuando hablamos en nuestra verdadera lengua, ustedes no nos entienden, pero al menos entienden más que los argentinos”, sostiene.
Él ha visitado varias veces a las comunidades Mbya en territorio paraguayo y se muestra dolido por la situación de pobreza y abandono en que estos sobreviven.
“El pueblo indígena no tiene fronteras. Todo lo que tenemos lo hemos conseguido con nuestra lucha. Visité hace un tiempo a mis hermanos en Mbaracayú (distrito de Alto Paraná) y ellos ahora están peleando por tierra”, cuenta.
“Es muy triste lo que pasa con los hermanos que están en Ciudad del Este y en otras zonas urbanas del Paraguay, quisiéramos ayudarles transmitiendo nuestra experiencia de lucha y de crecimiento”, dice Miguel, quien ofrece su ayuda para dialogar y acompañar a sus hermanos que habitan en el territorio paraguayo.
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