lunes, 8 de noviembre de 2010

La quimera del titanio en Alto Paraná

César Antonio Gimenez, uno de los jóvenes excavadores en busca del titanio.

Pobladores de Minga Porá reciben entre incrédulos y esperanzados la noticia de poseer posiblemente el mayor yacimiento de titanio en el mundo. Desde hace un año, técnicos peruanos cavaron “más de mil pozos”, pero nadie sabía para qué.


Por Andrés Colmán Gutiérrez
y Wilson Ferreira
MINGA PORÁ, ALTO PARANÁ

Minga Porá, una pequeña y laboriosa localidad rural de 13.000 habitantes, a 95 kilómetros al norte de Ciudad del Este, amaneció el viernes 5 de noviembre sobresaltada por la noticia aparecida en la portada de los principales diarios del país, de que en esa región se encuentra un enorme yacimiento de titanio, probablemente el más grande del mundo.
El anuncio del hallazgo del valioso mineral, realizado en Hong Kong por el célebre geólogo y empresario norteamericano David Lowell, ayudó a despejar el misterio instalado en la zona, desde que en junio de 2009 llegara “un grupo de ingenieros peruanos”, quienes contrataron a varios jóvenes lugareños para realizar excavaciones de pozos por todos los alrededores, aunque nunca explicaron con claridad qué es lo que estaban buscando.
“Por fin podemos saber detrás de qué lo que andaban estos ingenieros. Acá ya se dijo de todo, desde que estaban buscando oro, hasta que iban a llevar agua con propiedades medicinales para curar el sida. Pero la verdad es que le dieron trabajo a muchos jóvenes, pagaban 60.000 guaraníes por cada metro que se llegaban a cavar”, relata Venancio González, artesano tallador de madera, mientras guía a los enviados de Última Hora hasta el lugar donde estableció uno de los campamentos de Metálicos y no Metálicos del Paraguay SRL, nombre con el que se inscribió localmente la empresa peruano-canadiense SIC Resources, presidida por Lowell.

POZOS Y MÁS POZOS. “Yo no sé qué lo que es el titanio, pero ojalá que esto que hemos ayudado a encontrar sirva para traer progreso, y que nos saque de la pobreza, porque en esta zona existe mucha necesidad”, dice Juan Andrés Giménez, don Toti, un agricultor de Lote 8, San Miguel, a unos 6 kilómetros del centro urbano de Minga Porá, quien se convirtió en el principal colaborador de los técnicos que llegaron hace más de un año a pedirle ayuda para contratar excavadores.
“Ellos buscaban alguien que conozca la zona, y yo les ayudé. Aquí mismo armaron su campamento, bajo carpas, frente a mi casa. Me dijeron que estaban buscando minerales, pero nunca me dijeron que era titanio. Trajeron un permiso firmado por el propio ministro de Obras Públicas, Efraín Alegre. Yo les conseguí personal, mi propio hijo trabajó con ellos”, relata don Toti.
El hombre levanta una carpa y muestra centenares de bolsas de tierra que se extrajeron durante las excavaciones, y que llevan inscripciones de clasificación. “Aquí contrataron como a una veintena de trabajadores, seguramente cavaron más de mil pozos, iban por todas partes en varias camionetas y mandaban cavar, sacaban la tierra y analizaban con una máquinas especiales que traían, en que se veía con lente de aumento hasta el hilo más fino. Después ponían las muestras en bolsitas y llevaban”, cuenta el poblador.
Don Toti nos muestra una polvorienta fotocopia de la Resolución 643 del MOPC, “por la cual se otorga permiso de prospección o cateo de minerales metálicos y no metálicos a la empresa Metálicos y No Metálicos del Paraguay SRL, en una superficie aproximada de 30.000 hectáreas ubicada en el Departamento del Alto Paraná”.

LEVANTARON CAMPAMENTO. Actualmente no permanece ningún representante de la empresa en la región. “Hace 15 días le pagaron a todo su personal y levantaron campamento, aunque dejaron las bolsas de tierra y algunos de sus equipos en mi casa. Dijeron que regresarían recién en enero. No sabíamos que habían encontrado algo de valor, ahora nos enteramos que había sido estamos encima del yacimiento de titanio más grande del mundo. Ojalá esto ayude a levantar esta zona, que es muy pobre y olvidada por las autoridades”, dice don Toti, mientras acaricia las bolsas de tierra almacenadas en su patio, como si súbitamente éstas se hubiesen convertido en oro.

ESPERANZA. “Es una buena noticia que nos alegra mucho, porque trae esperanza de desarrollo a esta aislada región”, celebra el intendente de Minga Porá, Pedro Ojeda.
El jefe comunal reconoce que el anuncio del hallazgo del gran yacimiento de titanio en la región también le tomó de sorpresa, como a la mayoría de los pobladores, pues si bien sabía que “técnicos de una empresa peruana” estaban realizando excavaciones en la zona, en busca de minerales, no se había informado de ningún descubrimiento.
“Si, yo tenía contacto con esa gente, estuvieron varias veces con nosotros, pero no conocía los detalles. Ellos se movilizaban mucho por toda la región, haciendo excavaciones de aquí para allá. Esperemos que esta noticia traiga bonanza y prosperidad a nuestra comunidad. Vamos a estar acompañando, para ver en qué podemos intervenir y ayuda”, dijo el intendente en una conversación telefónica, ya que debido al fallecimiento de un familiar tuvo que ausentarse de la ciudad.
Minga Porá, antiguamente conocida como Colonia Malvina, es la última localidad al norte de Alto Paraná, sobre la ruta a Salto del Guairá, más conocida como “Supercarretera de Itaipú”, ya cerca de la frontera con Canindeyú. De sus 13.000 habitantes solo 1.000 viven en el casco urbano, y un importante número está conformado por migrantes de origen brasileño. La principal actividad económica es la agricultura, principalmente soja, maíz, trigo y algodón.

PALA AL HOMBRO. César Antonio Giménez tiene solo 16 años de edad, pero se siente orgulloso de ser uno de los excavadores que ayudaron a encontrar el yacimiento de titanio posiblemente más grande del mundo, en la zona de Minga Porá.
“Cuando supe que estaban buscando trabajadores para cavar pozos me presenté y me contrataron. Los que nos dirigían eran unos ingenieros peruanos, muy serios, muy correctos en el trabajo. Nos dieron todos los equipos necesarios, casco, uniformes, guantes, cinturones, palas largas. Nos llevaban en camioneta por todas partes a cavar. Nunca hice tantos pozos en mi vida”, relata.
Les mandaban excavar pozos de unos 60 centímetros de diámetro, de entre 4 a 10 metros de profundidad, hasta encontrar el tipo de suelo que estaban buscando, tomaban muestras y analizaban con equipos especializados, y luego clasificaban las mismas en bolsas de plástico.
“Nos pagaban 60.000 guaraníes por cada metro excavado, y además nos daban aguinaldo, vacaciones y seguro en el IPS. Yo estoy muy agradecido por la manera correcta en que nos tratan. Ojalá vuelvan pronto y sigan dando trabajo a los jóvenes, porque aparte de esta empresa, aquí nadie vino a ofrecernos nada”, afirma César Antonio.

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