miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mamá ya no está, pero seguirá dando vida a otros


No fue una decisión fácil, pero Marcelo Rodríguez y sus tres hijos están orgullosos de haber donado los órganos de Claudia, la mamá que fue víctima de muerte cerebral en Ciudad del Este. Invitan a otras familias a seguir el ejemplo.


Por Claudia Cardozo
y Andrés Colmán Gutiérrez
CIUDAD DEL ESTE

Hace cinco días que mamá ya no está, y la humilde casa de la familia Rodríguez Enciso permanece envuelta en una nube de dolor y profunda tristeza, pero Griselda, la hija mayor, prefiere no derramar lágrimas.
“Sé que mi madre va a seguir viviendo en otras personas que heredaron sus órganos, y eso me hace feliz, me reconforta por la pérdida de mi madre. Creo que fue ella misma la que desde el cielo nos inspiró a mi papá y a mí para que tomemos esta difícil decisión, de la que estamos orgullosos”, dice la joven, de 19 años, estudiante de Odontología, quien ahora asume el rol de llenar el vacío dejado por su progenitora y ayudar a su padre en el cuidado y la educación de sus dos hermanitos, los mellizos Karina Noemí y Ever Marcelo, de 12 años.
La casa es una residencia humilde, adornada de flores y plantas, en el barrio Santa Ana de Ciudad del Este. En la sala se ha montado un altar familiar, en donde todas las tardes se reza el novenario, que concluirá el próximo lunes. En esta misma sala cayó desvanecida la señora Claudia Enciso de Rodríguez, de 42 años, en la mañana del jueves pasado, y desde entonces ya no pudo recuperarse.
“Ella sufría de hipertensión, aunque ese día parecía estar muy bien, ocupándose con normalidad de las tareas de la casa. En un momento se quejó de que le dolía mucho la cabeza, y luego ya cayó al suelo, desmayada. Nos asustamos mucho y la trasladamos rápidamente al Sanatorio Central, donde nos confirmaron que había tenido un derrame cerebral”, cuenta Griselda.

MOMENTO DE DECISIÓN. Marcelo Rodríguez es mecánico dental y con su oficio sustenta a toda su familia. En el barrio es reconocido por ser una persona amable y servicial, muy trabajador, y junto a su difunta esposa participaban activamente en la comunidad parroquial.
Al segundo día de que su esposa permanecía internada, Marcelo tuvo que enfrentarse a la dura y dramática realidad, cuando el médico terapista Pablo Cabral le confirmó que Claudia estaba con muerte cerebral, y era prácticamente inviable su recuperación, aunque podía ser mantenida mucho tiempo en ese estado, a un alto costo.
“Fue en ese momento cuando me preguntó si no estaríamos dispuestos a donar sus órganos para otros pacientes que necesitaban imperiosamente, y que gracias a ella podían tener una oportunidad de nueva vida. Yo nunca antes había pensado en esa posibilidad, y me tomó de sorpresa. Sentí como una luz dentro de mí, una inspiración, y le dije que sí, pero que necesitaba consultar con mis familiares”, recuerda Marcelo.
Lo habló con su hija mayor, Gricelda, quien le dijo que estaba plenamente de acuerdo. “Yo también sentí como que algo desde adentro me decía que aceptara la propuesta. Tal vez era mi mamá la que me hablaba”, indica la joven.
Pero hubo otras voces que dijeron no. “Algunos de los familiares de mi esposa se opusieron tenazmente, dijeron que no querían que se juegue por el cuerpo. Discutimos mucho y al final pude convencerlos. Entonces le dimos nuestra confirmación a los médicos”, dice el padre de familia.

SUPERAR PREJUICIOS. El sábado, un equipo del Centro Nacional de Donación llegó desde la capital del país al Alto Paraná para retirar los dos riñones y las dos córneas. También estaba previsto extraer el corazón y trasplantarlo a un paciente que aguardaba con mucha expectativa, pero esta última operación no pudo cumplirse por las pésimas condiciones del clima, que no permitía que un avión pudiera despegar y trasladar a tiempo el preciado órgano.
“No sé, creo que hasta en esto hay designios divinos. El corazón de mi mamá era tan especial, tan cargado de amor, que seguramente era único. Pero hoy nos reconforta saber que otras personas podrán volver a ver con sus ojos, o tener una nueva vida con sus riñones”, reflexiona Griselda.
A su lado, Marcelo abraza con ternura a sus hijos y reconoce que ha dado un paso histórico, ya que nadie antes en su familia, en su barrio o en su entorno conocido, ha aceptado donar los órganos propios o de un ser querido. “Hay que vencer los prejuicios y hacer el bien de esta manera. Nosotros somos católicos y no sentimos que estemos traicionando nuestra creencias, por el contrario, estamos ayudando a dar vida, que es lo que quiere Dios”, dice.
Los integrantes de la familia Rodríguez Enciso invitan a que otras personas sigan su ejemplo. “Ya verán que se van a sentir muy útiles ayudando a otros, y verán que la ausencia del ser querido se hace más llevadera, cuando vean que de la muerte puede nacer la vida”, dice el padre de familia.

1 comentario:

Oscar dijo...

LES DOY MIS CONDOLENCIAS PRIMERO, Y YO TAMBIEN TENGO EN MI DOCUMENTO EN EL CASO DE UNA FATALIDAD, DONAR TODOS MIS ORGANOS.
UN ABRAZO Y FUERZA A LOS NIÑOS!!!
OSCAR DE BS AS