martes, 28 de julio de 2009

El "contrabando tour" en Canindeyú


Tráfico liberado. Un camión pasa sin ser detenido frente al puesto policial de Yvuporá, en la frontera con Brasil. Foto tomada el martes 21 de julio de 2009, al atardecer.



Por Andrés Colmán Gutiérrez
y José Duarte

GUAÍRA, BRASIL
LA PALOMA, PARAGUAY

A las seis de la tarde del martes 21 de julio de 2009, una camioneta patrullera de la Policía Nacional se estaciona sobre la ruta 10 “Residentas”, a la entrada del camino vecinal de 38 kilómetros que conduce desde el centro urbano de La Paloma hasta la frontera seca con el Brasil.
La primera suposición es que los dos policías que permanecen a bordo están vigilando para impedir que los camiones cargados con mercaderías transiten por la reconocida “ruta del contrabando”.
Craso error. Milciades, un conocido dirigente social de La Paloma que acompaña como guía a los enviados de Última Hora, explica que los policías efectivamente vigilan, pero para asegurar que nadie interfiera en el operativo de tráfico ilegal que se efectúa en las oscuras horas de la noche.
“Los policías actúan de batedores (campanas), para garantir que el territorio fique liberado”, relata Miliciades, en su peculiar lenguaje portuñol fronterizo.
Su verdadero nombre es otro, pero él pide que lo llamemos Milciades, porque una “colaboración con periodistas” en la frontera le puede costar muy caro a cualquier poblador.

CONTRABANDO TOUR. Horas antes, el dirigente social nos ha ofrecido lo que él denomina “el contrabando tour”, guiándolos por la cercanía de tres enormes depósitos distribuidos en los barrios periféricos de La Paloma, donde se guardan las cajas de cigarrillos destinados al mercado brasileño.
Dos de los depósitos están ubicados en el barrio Jamaica, protegidos por una alta muralla que impide visualizar lo que pasa en su interior, aunque a cada tanto llegan camiones de carga que ingresan al patio, por un enorme portón que se cierra en seguida.
Milciades afirma que uno de los locales pertenece a un brasileño conocido como Antonio Prezoto, y el otro a un paraguayo llamado Martín Villalba. “Pero ellos solo son depositeros o transportistas, que trabajan para otros grandes jefes cigarrilleiros”, revela.
A la hora de identificar a los jefes del tráfico de cigarrillos, el nombre que más salta es el del brasileño Roque Silveira, más conocido como “Zero Um” (cero uno, en portugués, el capo, el principal) pero Silveira se ha vuelto un fantasma, nadie lo ha vuelto a ver desde que su nombre saltó en la prensa internacional. Ahora vive en Angola, dice Milciades, y desde allí sigue moviendo el negocio a través de sus socios, entre los que se cita a un conocido seccionalero colorado de Salto del Guairá, aunque también se han agregado empresarios y políticos locales del Partido Liberal, a tono con los nuevos hilos del poder.

CARAVANA A LA FRONTERA. Alrededor de las 9 de la noche, cuando las calles parecen desiertas, los camiones emergen unoS tras otros desde el interior de los depósitos y se dirigen hacia la frontera. Una lujosa camioneta todoterreno Toyota, de color plateado, encabeza la marcha. Los observadores cuentan un total de diez vehículos.
Los camiones cruzan la ruta 10, a poca distancia de la patrullera policial, sin ser molestados. Atraviesan el populoso barrio 6 de enero y luego enfilan por el polvoriento camino que conduce al Brasil. A unos 20 kilómetros de La Paloma pasan por el puesto policial de Yvyporá, en donde nadie los detiene. Al llegar al límite fronterizo con Brasil, en el lugar conocido como Paneiriña (a unos 20 kilómetros al norte de Salto del Guairá) existe un destacamento militar paraguayo, pero a esa hora el local permanece totalmente desierto. Los “celosos custodios de la frontera” se han esfumado.
Imparables, los camiones cruzan la línea divisoria hacia territorio brasileño y enfilan por un camino vecinal que conduce a la ciudad de Japorá, Estado de Mato Grosso do Sul, desde donde los cargamentos de cigarrillos se destinarán a los grandes mercados de Sao Paulo y Rio de Janeiro.
Ya es más de medianoche. Ninguna patrulla militar, policial o aduanera del Brasil está controlando la conocida ruta del contrabando. Los comandos de la Fuerza Alfa, de la Policía Militar Brasileña, a esa hora están patrullando por agua, aire y tierra los alrededores del Lago de Itaipú, luego de una jornada de incomodar a los turistas que regresan con mercaderías compradas en los comercios de Salto, pero no se enteran del masivo contrabando que ingresa a solo 30 kilómetros de su base de operaciones.

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